Virgen del Carmen

Virgen del Carmen
Estrella del Mar guía nuestro caminar

lunes, 26 de marzo de 2012

UN ELEMENTO DE DISCERMIENTO DE LA VOCACIÓN


"Lo que tú siembres no toma vida, si antes no muere, pero lo que siembras es un simple grano de trigo y no el cuerpo que nacerá"(1 Cor 15, 36-37) tomado del Semanario Litúrgico Dominical - Hora Crucial - Pbro Germán Martínez Rodas - la conocida "hojita del Domingo" 25 de marzo de 2012.

No se puede hacer bien alguno cuando uno se busca a sí mismo. (Santa Teresa de Lisieux)

Encontré a Dios allí donde me dejé a mí mismo; y allí donde me encontré a mí mismo, perdí a Dios. (Taulero)

Sí, Señor, tengo que morir - contigo, por medio de ti, en ti - y así prepararme para reconocerte cuanto te aparezcas a mí resucitado. Hay tantas cosas en mí que necesitan morir: falsos apegos, codicia, ira, impaciencia y tacañería. Oh Señor, soy egocéntrico, estoy centrado en mí mismo, en mi carrera, en mi futuro, en mi nombre y en mi fama.”(Henry Nouwen)
Hay momentos de gracia, donde hacen crisis nuestras seguridades, nuestros esquemas, nuestras maneras de vivir ... y brillan ahí esas ataduras, apegos, deformidades ocultas en la rutina, en el bienestar.  Dános, Señor el deseo de ser liberados y de renunciar a lo que constituyen ataduras, infedelidades al querer particular tuyo para este momento de nuestra historia personal. 

La búsqueda del rostro de Dios,  hace parte del perfil carmelitano:

Esta inquietud del ser humano se esboza en el evangelio de hoy y  tiene su eco en la antífona del salmo responsorial en la liturgia del  domingo 25 de marzo ded 2012:

 SEÑOR, CREA EN MÍ UN CORAZÓN PURO.

En efecto, el evangelio nos muestra a unas personas que quieren VER a Jesús, y cuando acceden a Él, lo que les responde Jesús de entrada, es:  "....(...)   Yo les aseguro: si el grano de trigo al caer en tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto ... El que quiera servirme, que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor."... Jn 12, 24.26

"El hombre busca a Dios porque en él, sólo en él, puede encontrar su realización, la realización de sus aspiraciones a la verdad, al bien y a la belleza. «Tú no me buscarías si no   me  hubieras ya encontrado antes», escribe de Dios y del hombre Blas Pascal (Pensamientos, VII, n. 555). Eso significa que Dios mismo participa en nuestra búsqueda, quiere que el hombre lo busque y crea en él las condiciones necesarias para que lo pueda encontrar. Por lo demás, Dios mismo se acerca al hombre, le habla de sí mismo, le permite conocerse.

La sagrada Escritura es una gran lección sobre el tema de esta búsqueda y encuentro con Dios. Nos presenta numerosas y magníficas figuras de los que buscan y encuentran a Dios. Al mismo tiempo, enseña como debe acercarse el hombre a Dios, qué condiciones debe cumplir para encontrarse con ese Dios, para conocerlo y para unirse a él.
Una de esas condiciones es la pureza de corazón. ¿De qué se trata? aquí tocamos la esencia misma del hombre, el cual, en virtud de la gracia de la redención obrada por Cristo, ha recuperado la armonía del corazón perdida en el paraíso a causa del pecado. Tener un corazón limpio quiere decir ser un hombre nuevo, que ha recibido nuevamente la vida de comunión con Dios y con toda la creación por el amor redentor de Cristo; ha vuelto a la comunión, que es su destino originario.

"Oh libre albedrío tan esclavo de tu libertad si no vives enclavado con el temor y amor dequien te crió" Santa Tesa de Jesús




La pureza de corazón es, ante todo, don de Dios. Cristo, al darse al hombre en los sacramentos de la Iglesia, pone su morada en su corazón y lo ilumina con el «esplendor de la verdad». Sólo la verdad que es Jesucristo es capaz de iluminar la razón, purificar el corazón y formar la libertad humana. Sin la comprensión y la aceptación, la fe se apaga. El hombre pierde la visión del sentido de las cosas y los acontecimientos, y su corazón busca la satisfacción donde no la puede encontrar. Por eso, la pureza de corazón es, ante todo, la pureza de la fe.

En efecto, la pureza de corazón prepara para la visión de Dios cara a cara en la dimensión de la felicidad eterna. Sucede así porque ya en la vida temporal los limpios de corazón son capaces de ver en toda la creación lo que viene de Dios. En cierto sentido, son capaces de descubrir el valor divino, la dimensión divina, la belleza divina de toda la creación. De alguna manera, la bienaventuranza del sermón de la Montaña nos indica toda la riqueza y toda la belleza de la creación, y nos exhorta a saber descubrir en cada cosa lo que procede de Dios y lo que lleva a él.

En consecuencia, el hombre carnal y sensual debe ceder, debe dejar lugar al hombre espiritual, espiritualizado. Es un proceso profundo, que supone esfuerzo interior. Sostenido por la gracia, da frutos admirables.
La pureza de corazón es, por tanto, una tarea para el hombre, que debe realizar constantemente el esfuerzo de luchar contra las fuerzas del mal, contra las que empujan desde el exterior y las que actúan desde el interior, que lo quieren apartar de Dios. Y, así, en el corazón del hombre se libra un combate incesante por la verdad y la felicidad. Para lograr la victoria en este combate, el hombre debe dirigirse a Cristo: sólo puede triunfar si está robustecido por la fuerza de su cruz y su resurrección. «Crea en mí, oh Dios, un corazón puro» (Sal 50, 12), exclama el salmista, consciente de la debilidad humana, porque sabe que para ser justo ante Dios no basta el esfuerzo humano." De la Homilía de S.S. Juan Pablo II en la misa por la celebración del Inmaculado Corazón de la Virgen María


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